viernes, 20 de abril de 2012

Capitulo 2 Enrique y Chana


                                                         Capitulo II

En aquella semana que Pedro visitó Montevideo, David estuvo varias veces conversando con él. Se encontraban en  lo de Sonia o en algún punto del Barrio Buceo y Pedro se extendía en largas charlas en relación a la familia o sus integran tes, que dejaban a Pedro cada vez más intrigado. Por eso habían acordado por teléfono encontrarse en la terminal de ómnibus Tres Cruces en la tardecita, antes de él viajar. Llevaba veinte minutos esperándolo cuando apareció caminan do, lento y tranquilo, el rostro irradiaba simpatía, no era muy alto, de cara redonda y bigotes. Llevaba colgado del hombro un bolso, que se quitó y sentó en la mesa del bar, mirándole a los ojos dijo: me costó llegar por el tránsito pero te traje lo que te prometí, si bien no es todo, es la primera parte. Estuve pensando que quizás sea mejor que nos juntemos y te cuente los recuerdos, porque me resulta más fácil que escribirlos. Diciendo eso metió la mano en un bolsillo del bolso y extrajo un sobre con fotos y papeles, la mayoría arrugados, con correcciones y tachaduras, pero finalmente tendría el comienzo de la historia.
Esta bien Pedro -dijo- tú piensa como te resulta más sencillo hacerlo, no quiero que sea una carga para ti.
Conversaron por espacio de una hora o más, hasta que anunciaron la partida de su coche para Rivera, y se despidieron con un fuerte abrazo.
Lo que conocerán a continuación es lo que Pedro dejó escrito aquella nochecita en la mesa del bar de la terminal de ómnibus.

                                         EL VIEJO MARINO DE LA ARMADA INGLESA


         
    Thomas William Gillman y Channa Fleszel-1935-                            WILLIAM GILLMAN, JUAN ENRIQUE GILLMAN Y NIÑOS-1941-

Desde que recuerdo- escribía Pedro- lo conocí como el abuelo Guillermo y vivía con la abuela Luisa Sandín casa por medio de la nuestra, en la misma cuadra, dónde prácticamente vivía casi toda la familia Sandín que luego te comenta ré.  
Enrique era el único hijo que ellos tenían, más grande que yo, jugábamos fútbol en la calle y lo seguía a todos lados.
“El inglés” como le decían era un hombre risueño, delgado, chiquito, usaba siempre sombrero similar al que se  le ve en las fotos, grandes pantalones con tiradores y cinto. Hablaba con todos los vecinos en media lengua conservando el franco acento ingles.
Recuerdo una ocasión que me llamó: Pedro tráeme el braguero-dijo- indicándome un aparato que estaba sobre una silla. Y lo vi colocarse el arnés en la cintura ajustándola en la ingle derecha por encima del calzoncillo largo, la tapó con la camisa y lo escondió subiendo el pantalón. Luego me enteraría que era un aparato que se usaba como tratamiento de las hernias inguinales, porque las operaciones en ese momento eran muy incipientes.

Con Enrique fuimos muy amigos, Doña Luisa me llamaba para que le hiciera algún mandado a Santana y marchábamos los dos juntos, creo que llegó a tercer año de escuela, porque salió a trabajar cuando tenía 9 ó 10 años. Su padre que trabajaba en la estación de ferrocarril, salía de allí y pasaba por el boliche a una cuadra de la casa, acodado en el mostrador contaba anécdotas de sus viajes, mientras invitaba a sus amigos tomando vino y fumando, así llegaba la nochecita, se hacía la hora de la cena y debía volver a su casa. En ocasiones Doña Luisa le pedía a Enrique que lo fuera a buscar y el me llamaba para que fuéramos juntos, creo que de ahí le quedó un rencor muy fuerte contra el tabaco y el alcohol. Recuerdo que siempre aconsejaba a todos no beber ni fumar. Es que a Guillermo lo teníamos que traer colgado de nuestros hombros, porque le era casi imposible caminar y eso mortificaba tremendamente a Enrique.


                                                        
                                                                                                                   Casa de Rivera


Querido David-escribió Pedro- las fechas y nombres que te paso a continuación son fehacientes dado que los relevó Laura directamente en las Oficinas de Registro Civil Inglés. El nombre del abuelo Guillermo, era Thomas William Gillman, nacido en 1872, en Dover, estado de Kent, Inglaterra. Era el menor de cuatro hermanos llamados; John Edmond, Henry Richard, and Ann Elizabeth. Sus padres fueron John Edmond Gillman (nacido en 1835) y Elizabeth Taylor (nacida en 1834). La madre Elizabeth Taylor fallece joven, dejando al marido a cargo de los cuatro hijos. En tanto John Edmond padre, es marinero de la Fuerzas Armadas Británicas, su hijo mayor también llamado John Edmond, realiza trabajos en el puerto de Dover en el manejo de los botes de la rada.

Cuando William contaba en los cafés las historias vividas se transformaba en historiador de su propia vida, en la medida que forma en su mente una idea de ella. Se trata de un historiador poco fiable por ser una “historia oral” pero su contribución es fundamental. Por ello las historias orales que me traía Pedro son interpretaciones más fiables que las que encontré en la documentación de personajes de la época. Sin embargo, para entender mejor el contexto en que se daba esta historia familiar me fui a leer cómo era el mundo y ese paisito, Uruguay, en aquel entonces y se los cuento para que compartan lo que logré aprender.
 
EUROPA Y AMERICA LATINA ALLA A FINES DEL SIGLO XIX Y COMIENZOS DEL XX

El período histórico de 1880 a 1914 es singularmente importante sobre el imperialismo británico, el desarrollo del movimiento obrero y socialista, el declive económico de Inglaterra, la naturaleza y orígenes de la revolución Rusa. En este período histórico aparecen innovaciones que siguen dominando aún hoy. La industria de la publicidad, los periódicos y revistas de circulación masiva, el cine y más tardíamente a través de la televisión. Existe una continuidad en el campo científico y de la tecnología ejemplo de ello el desarrollo de las naves espaciales a lo que debe sumarse el desarrollo de las comunicaciones radiales y telefónicas.


                                                                                                      
                                                                                                   Imperio Británico a fines del siglo XIX.
                                                Representaba ¼  de territorios mundiales.



La revolución tecnológica incorporada en este período como el teléfono, la telegrafía sin hilos, el fonógrafo, el cine, el automóvil, el aeroplano, la aspiradora (1908), la aspirina (1899), y una de las máquinas de emancipación del hombre: la bicicleta. La industria revolucionada con la electricidad, la química y el motor de combustión interna. En 1907 Ford fabrica su primer coche modelo T.

Los europeos deseosos de emigrar sabían que era mejor dirigirse a Australia, Nueva Zelanda, Argentina o Uruguay. En estos países se formaron partidos e incluso gobiernos obreros y radical-democráticos con ambiciosos sistemas de bienestar y seguridad social.

El Imperio británico intentó dominar la zona del Río de la Plata (Buenos Aires y Montevideo), a través de dos intentos de dominación, denominados «Invasiones Inglesas». El primer intento de invasión se realizó en el año 1806 con la ocupación de Buenos Aires y su recuperación posterior con tropas llegadas desde Montevideo, lo que le valió a esta última ciudad el recibir el título de "Muy fiel y Reconquistadora" por parte de la corona española. El segundo intento de invasión se inició esta vez en la Banda Oriental (actual territorio de la República Oriental del Uruguay) al ocupar los ingleses Maldonado y luego Montevideo en enero de 1807. La invasión fue finalmente rechazada a mediados del mismo año en Buenos Aires, retirándose las tropas inglesas del Río de la Plata.

Desde el punto de vista de la educación el período 1870-1914, fue por encima de todo la era de la escuela primaria en la mayor parte de los países europeos. Desde el punto de vista del estado, la escuela enseñaba a ser buenos ciudada- nos y súbditos. Hasta el triunfo de la televisión, ningún medio de propaganda podía compararse con la eficacia de las aulas. A ello se unió el IDIOMA, requisito principal de la nacionalidad. EEUU agregó otro ritual diario, el homenaje a la bandera en todas las escuelas norteamericanas.

Si observamos con atención vemos que esas dos generaciones (William, sus hermanos y sus padres) pertenecieron al período de los festejos de los  centenarios de la Revolución norteamericana (1876) y el de la Revolución francesa (1889). Hacía 1880 el mundo conocido era más chico y menos poblado, se calcula que en esa fecha existía 1.800 millones de personas. En esta fecha Europa era el núcleo original del desarrollo capitalista que dominaba y transforma- ba el mundo, constituían los países “desarrollados” y definían el modelo de estado-nación-liberal-constitucional. Un grupo numeroso de estados que se ajustaban a este modelo se daban en América Latina; existían acá 17 repúblicas y un imperio (Brasil) que no sobrevivió al decenio de 1880. La esclavitud fue abolida en todo el mundo y sus últimos refugios fueron Cuba y Brasil. En 1882, los trenes europeos transportaban dos millones de pasajeros, la red telegráfica era más popular que el tren, y existían 22.000 barcos a vapor, la mayoría de ellos pertenecientes al Imperio británico. En este año Argentina duplica el tendido férreo y junto con Brasil absorben 300.000 inmigrantes por año.
EL NACIMIENTO DEL URUGUAY MODERNO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX, según lo cuenta Jose Pedro Barrán
Los gobiernos de los militares colorados Lorenzo Latorre (1876- 1880), Máximo Santos (1882-1886) y Máximo Tajes (1886-1890), fueron los que asentaron el poder central, dominaron a los caudillos rurales y tornaron los alzamientos sino imposibles, difíciles.
El Estado y el ejército gozaron desde ese momento del monopolio de la coacción física, en parte porque el armamento era ya costoso y de difícil manejo para los gauchos - el fusil Remington de repetición y la artillería Krupp hicieron su aparición - ; en parte porque los medios de comunicación (telégrafo) y transportes (ferrocarril) fortalecieron el poder montevideano; en parte porque la sociedad y la economía estaban cambiando y se oponían a las costosas rebeliones del pasado.
También contribuyó el afianzamiento de la paz interna el fortalecimiento del sentimiento nacional que ya no admitió la internacionalización de los partidos uruguayos y sus alianzas con los federales y unitarios argentinos o los bandos brasileños. La unificación de la Argentina y el Brasil, en torno a Buenos Aires y Río de Janeiro, hizo que poco a poco desaparecieran los llamados desde esas naciones a participar en las luchas internas. Desde este ángulo, la "Revolución de las Lanzas" (1870-1872) fue la primera guerra civil puramente uruguaya.
A los militares sucedieron los gobiernos civiles, presidencialistas y autoritarios, de Julio Herrera y Obes (1890-1894) y Juan Idiarte Borda (1894-1897). Al exclusivismo colorado y sus manipulaciones electorales respondieron las revoluciones blancas capitaneadas por el caudillo rural Aparicio Saravia. Su levantamiento en 1897 fue la base de un gobierno colorado de compromiso con los blancos, el de Juan L. Cuestas (1897-1903).Electo José Batlle y Ordóñez en 1903, Aparicio Saravia dirigió en 1904 la última gran revuelta rural.
A estas dos fechas-1897 y 1904-son las que se refiere Doña Luisa Sandín, cuando afirma que en las “levas”  incorporan a Don Guillermo porque era inglés. Contaba que los blancos pasaban por cada una de las casas y aquellos varones mayores de 18 años, a veces menos, los unían al batallón. En ocasiones los colorados tenían la misma conducta
Pero estas dos revoluciones difieren de las anteriores, el programa de reivindicaciones políticas tendió a crecer sobre la mera adhesión a la tradición partidaria, y así, en 1897 y 1904, los blancos alzaron las modernas banderas del respeto a la voluntad popular en las elecciones y la representación proporcional de los partidos en el Poder Legislativo.
La paz interna y el fuerte gobierno central montevideano estuvieron vinculados a paralelas transformaciones que ocurrieron en la demografía, la economía, la sociedad y la cultura del Uruguay.
El Uruguay de 1830 apenas contaba con 70.000 habitantes. El de 1875 poseía ya 450.000 y el de 1900 un millón. El espectacular crecimiento - la población se multiplicó por 14 en 70 años - no tenía parangón en ningún país americano. La alta tasa de natalidad dominante hasta 1890 - 40/50 por mil habitantes - se había unido a una relativamente baja tasa de mortalidad - 20/30 por mil - para ambientar este hecho , pero el factor crucial de la revolución demográfica fue la inmigración europea.
Franceses, italianos y españoles hasta 1850, italianos y españoles luego, llegaron en 4 o 5 oleadas durante el siglo XIX. La inmigración fue temprana en relación a la más tardía que arribó a la Argentina, y sobre todo fue cuantiosa en relación a la muy pequeña población existente en 1830. De 1840 a 1890, Montevideo tenía más del 50% de población extranjera, casi toda europea. El Censo de 1860 mostró un 35% de extranjeros en todo el país y el de 1908 redujo esa cifra al 17%.
Los europeos - y brasileños - , con valores diferentes a los de la población criolla, sobre todo los primeros, más proclives al espíritu de empresa y al ahorro; protegidos por sus cónsules durante las guerras civiles y recompensados siempre por sus pérdidas por el estado uruguayo, se convirtieron, hacia 1870-1880, en los principales propietarios rurales y urbanos, poseían el 56% del total de la propiedad montevideana y el 58% del valor de la propiedad rural.
Los inmigrantes europeos fueron también los iniciadores de la industria de bienes de consumo al grado que en 1889 controlaban el 80% de esos establecimientos. Los inmigrantes, hostiles por lo general a las disputas entre blancos y colorados, exigieron la paz interna.
La estructura económica se modificó. El ovino se incorporó a la explotación del vacuno en la estancia de 1850-1870. De acuerdo al censo de 1852, la existencia ovina se reducía a 800.000 cabezas que daban de 400 a 500 gramos de lana criolla por cabeza, sólo apta para colchones. En 1868 la existencia se estimó en 17 millones que rendían 1,150 gramos de lana merino por cabeza, pues ya se había iniciado el mestizaje con ejemplares procedentes de Francia y Alemania. La lana suple al cuero como principal producto de la exportación uruguaya en 1884 de ahí en adelante, hasta que apareció con vigor la carne congelada en 1910-1920, la lana fue el principal rubro de ventas al exterior.
Esta transformación fue ambientada por el alto precio de la lana en el mercado internacional, debido sobre todo a la desaparición de la fibra competitiva, el algodón, a raíz de la Guerra de Secesión en los Estados Unidos (1861-1865).
El ovino que podía ser explotado en campos de pasturas de calidad inferior y exigía 5 veces menos tierra por unidad que el vacuno, sirvió de base al desarrollo de la clase media rural y también significó un incremento de mano de obra. El estanciero poseía ahora además del vacuno criollo que casi solamente adquiría valor por su cuero, el lanar, que el mercado europeo siempre compraba a buen precio.
Al ovino siguió el cercamiento de las estancias. Estas fueron alambradas entre 1870 y 1890 tanto para asegurar al propietario el uso exclusivo para sus ganados de las pasturas, como para permitir el mestizaje del ovino y el vacuno con razas europeas. El cerco dejó desocupada a la mano de obra que antes custodiaba el ganado y generó un problema insólito de hambre y miseria rural. Esta desocupación tecnológica se convirtió paradojalmente en un buen caldo de cultivo para las últimas guerras civiles de fines del siglo XIX y principios del XX.
Ovino y cercamiento, dos enormes inversiones aumentaron la necesidad de orden interno que tenían los estancieros. Los terratenientes protagonistas de estos cambios se agremiaron y fundaron la Asociación Rural en 1871, con el fin de imponer la paz interna a toda costa.
Paralelamente ocurrieron transformaciones en el medio urbano. A partir de 1860 comenzaron las primeras inversiones extranjeras, sobre todo británicas. Fueron los avanzados entre 1863 y 1865, la fábrica Liebig en la industria de carnes, y en las finanzas el Banco de Londres y Río de la Plata y el primer empréstito del gobierno uruguayo de los inversores en la City Londinense. En 1884 se estimó en 6,5 millones de libras el total de las inversiones británicas; en 1900 ya eran 40. Los ingleses ya habían construido los ferrocarriles - la primera línea fue inaugurada en 1869 y en 1905, el kilometraje total alcanzaba los 2000 - invertido en los servicios públicos de Montevideo (agua corriente, gas, teléfonos, tranvías) e incrementando sus empréstitos al gobierno y su intervención casi monopólica en el mercado de los seguros.
En el caso de los ferrocarriles, los capitalistas ingleses obtuvieron importantes concesiones del gobierno uruguayo que deseaba ese medio de transporte a cualquier costo con tal de poder utilizarlo para doblegar las revueltas rurales. La mayoría de las líneas gozaron de un interés garantido del 7% del capital por kilómetro de vía férrea, lo que ocasionó la construcción de inútiles curvas y tal vez de un 10 a un 5% de kilometraje superfluo. El Estado solo podía intervenir en la fijación de las tarifas si las ganancias de las empresas superaban el 12%, cifra a la que naturalmente nunca llegaron.
El ferrocarril fue esencial para que el gobierno central pudiera controlar el interior. Cuando en 1886 el Río Negro fue cruzado por un puente ferroviario, el Uruguay, que siempre había estado dividido en dos mitades en invierno, se unificó.
Este medio de transporte, así como las otras compañías inglesas instaladas en Montevideo, generaron una corriente de antipatía popular por sus elevadas tarifas y deficientes servicios. El monopolio que usufructuaba el ferrocarril, la empresa de aguas corrientes, la del gas y el oligopolio de las compañías de seguros, contribuyeron a fomentar dudas en la clase política ya en 1890 acerca de los beneficios que acarreaba al Uruguay el capital extranjero no vigilado por el Estado.
Por eso la ley de 1888 instituyó un control estricto de la contabilidad de las empresas ferroviarias y en 1896 se fundó el primer banco del Estado: " Banco de la República Oriental del Uruguay".
Todos estos inversores, como es casi obvio, exigían la pacificación interna del Uruguay, pues las utilidades de las empresas extranjeras y el cobro de los intereses de la deuda del gobierno uruguayo, por ejemplo, estaban ligados a la marcha pacífica y próspera del país.
La inversión británica en el Uruguay, aunque pequeña comparada con la totalidad de las imperiales en el mundo, era cuantiosa comparada con el capital industrial uruguayo. El Uruguay ocupaba el quinto lugar en la cuantía del capital inglés invertido en América Latina, teniendo los primeros puestos Argentina, México, Brasil y Chile. Pero si dividimos la inversión extranjera por el número de los habitantes del país latinoamericano receptor, el quinto lugar se transforma en segundo, sólo detrás de Argentina.
Luego en 1875, el crecimiento demográfico y la legislación aduanera proteccionista ambientaron el nacimiento de la industria moderna. Incipiente y desarrollada sólo en la provisión de bienes de consumo (alimentos, bebidas, muebles, tejidos, cueros), generó tanto un patronato deseoso de orden como un proletariado, numéricamente exiguo, pero hostil al enganche en las filas de los ejércitos blancos y colorados.
La sociedad uruguaya, resultante y promotora a la vez de estos cambios, fue muy distinta a la de la primera mitad del siglo XIX. Las clases se diferenciaron con claridad, la propiedad de la tierra era compleja, pues al lado del latifundio se consolidó la propiedad mediana con la explotación del ovino. El censo de 1908 permite deducir que los predios de 100 a 2.500 hectáreas, asimilables a estancias de la clase media rural, ocupaban el 52% de la superficie apta, y que 1391 predios de más de 2501 hectáreas - los latifundios - ocupaban el 43% de esa superficie. Este era el fruto de una larga evolución histórica que salvó a la gran propiedad pero la obligó a cohabitar con una importante clase media rural.
Las guerras de la independencia y las civiles con su cortejo de ruina ganadera, robos de haciendas e interrupción de la producción, tuvieron otra consecuencia importante: la titularidad de la propiedad cambio de manos velozmente en el siglo XIX. El latifundio existía en 1900 pero los latifundistas ya no eran los mismos del período colonial o de los primeros años del Uruguay independiente. La clase alta olía a nuevos ricos. Eso disminuyó el poder y  prestigio de los antiguos latifundistas en el seno de la sociedad.
Los estancieros gozaban en 1900 de la posesión de dos monopolios: la tierra y la carne, valorizadas ambas con los avances de la industria saladeril y sobre todo con la fundación en 1905 del primer frigorífico exportador de carnes congeladas a Europa.
El proletariado rural ya no podía optar entre la vagancia y la labor en las estancias, ahora debía trabajar para alimentarse. Los desocupados miserablemente en los llamados "pueblos de ratas", cambiando su anterior dieta carnívora por ensopados de escaso valor nutritivo. El servicio doméstico o la prostitución para las mujeres; el peonaje, la esquila, el contrabando y el robo de ganado para los hombres, fueron las actividades del gaucho moderno. Pero, ya empezó a emigrar a las ciudades.
En Montevideo, la aparición de la "cuestión social" fue la novedad. Aunque el ascenso social aún era posible, las condiciones de vida del proletariado industrial eran duras. Las jornadas de 11 o 15 horas ambientaron la prédica anarquista y la fundación de los primeros sindicatos hacia 1875. El viejo temor de la clase empresaria a la subversión blanca, fue poco a poco sustituido por su nuevo miedo a la revolución social.
Ocurrieron cambios también en el orden cultural y mental. La Universidad abrió sus puertas a los estudios de abogacía en 1849, a los de Medicina en 1876 y a los de Matemáticas en 1888. En 1877, el gobierno del coronel Latorre, inspirado por José Pedro Varela, decretó una importante reforma en la enseñanza primaria, volviéndola obligatoria y gratuita y otorgándole recursos para su desarrollo. La tasa de analfabetismo que era elevadísima, comenzó a descender. El deseo de incrementar la actividad política de los habitantes y a la vez prepararlos mejor para el nuevo orden económico estuvo detrás de esta transformación.
El Uruguay también secularizó sus costumbres y su cultura. En 1861 la Iglesia Católica comenzó a perder su jurisdicción sobre los cementerios; en 1879 el estado decidió llevar los Registros del Estado Civil aunque admitió que el casamiento religioso precediera al civil. En 1885 se instituyó el matrimonio civil obligatorio y este debió celebrarse antes que la ceremonia religiosa. En 1907 se aprobó la primera ley de divorcio.
A pesar de que en las escuelas del Estado, aún se aprendía el catecismo, la hostilidad de las autoridades y muchos maestros, redujo esa educación al mero aprendizaje de memoria del Catecismo, sin ninguna explicación previa. En 1909 fue suprimido por completo este resto de enseñanza religiosa.
La juventud universitaria, quizás un hecho más significativo que los anteriores, se embarcó primero en el espiritualismo ecléctico (1850-1975) y luego de esa fecha en el positivismo y el agnosticismo, cuando no el ateísmo. La Iglesia Católica se sintió perseguida y reaccionó, pero el grueso de las clases dirigentes y buena parte de la población o siguieron hostilizándola o la miraron con indiferencia. De acuerdo al censo de 1908, los católicos ya no eran la mayoría absoluta entre los hombres nativos de Montevideo. Su 44% era seguido muy de cerca por un 40% de hombres nativos que se habían declarado liberales.
Otro signo de la modernidad fue la aparición de un nuevo modelo demográfico. La natalidad comenzó a decrecer ya en 1890, la edad promedio del matrimonio femenino ascendió de 20 a 25 años, y comenzaron a aparecer las primeras formas de control artificial de la natalidad, denunciadas con vigor por el clero católico.
El Uruguay de fines del siglo XIX tuvo así características económicas que lo singularizaron en el contexto latinoamericano. Producía alimentos - la carne - y satisfacía otras dos necesidades básicas, su calzado, con el cuero, y su vestimenta con la lana. Sus mercados externos se habían diversificados en vez de tender a la dependencia de un solo comprador. Brasil y Cuba consumían su tasajo; Francia, Alemania y Bélgica, sus lanas; y Gran Bretaña y Estados Unidos, sus cueros. Al comprarle Europa mercaderías que ella también producía, el Uruguay gozó de una renta diferencial elevada, por cuanto Europa mantenía sus ganados con más altos costos de explotación.
Estimaciones recientes del ingreso per cápita en el siglo XIX, realizadas en base al 15% de las exportaciones, permiten sospechar un elevado ingreso en el Uruguay de 1870-1900 - 317 dólares per cápita en 1881-1885, por ejemplo comparable y superior al de los Estados Unidos y muy superior al atribuido al Brasil.
Debemos anotar también que el libre mercado británico - y europeo en general - fue una pieza esencial de este sistema económico en el cual el Uruguay vendía a Europa mercaderías que competían con su producción agraria. Mientras ese libre cambio duró - y lo hizo hasta la crisis mundial de 1929 - Uruguay tuvo un lugar económico seguro y rentable en el mundo.
De este modo llegó al siglo XX el país mas tempranamente europeizado de América Latina.
¿Cómo se insertó Thomas William Gillman o Guillermo Gillman como se hacía llamar, en esta realidad?
Volviendo al relato de Pedro, me entero que William Gillman comenzó a trabajar en 1897 con los ingenieros del ferrocarril desde Tranqueras en el Km 519 hasta Rivera Km. 563. En este primer período su labor era de cocinero de los ingenieros exclusivamente y fue incorporado por ser de origen inglés, aunque ellos no sabían como había llegado hasta allí.



                                                                                          
                                                                                   Primera máquina  a carbón                                                      Inaugurado el 15 de julio de 1897



En 1898 William Gillman con 26 años se casa con Luisa Sandín en la ciudad de Rivera.

  
      
             IDALINA AGUIAR DE SANDÍN                               LUISA SANDÍN DE GILLMAN, CHANNA FLESZEL DE GILLMAN Y NIÑOS
                             MADRE DE LUISA

A esta altura la narración de Pedro quedaba trunca, por lo que se lo hice saber vía mail y  me contestó con la historia que transcribo a continuación.
Estimado David, luego de nuestro encuentro en la Terminal de ómnibus me pareció oportuno enviarte las noticias que tenía por medio del mail como tú me sugeriste, esto me fue relatado por el tío Bernardo que era mayor que nosotros,  quien muchas veces compartía la mesa del café, tomando un vino y escuchando las anécdotas de William.

Una vez terminada la escuela William fue a trabajar con su hermano mayor- John Edmond- remando el bote que transportaba carga o personas de un lado a otro de la bahía de Dover. Te adjunto una reseña de la ciudad, para que veas lo que él tenía oportunidad de convivir.
Dover es el mayor puerto del Canal de la Mancha en Inglaterra, en el condado de Kent. La ciudad es el centro administrativo del distrito de Dover  y tiene tres playas. Famosa por sus acantilados blancos, compuestos de creta. Los británicos pusieron el sobrenombre de Albión a estos acantilados, que significa blanco. El nombre de la ciudad de un idioma de origen celta (Brythonic) Dubrās (Las aguas). Dover es el punto más cercano a  Europa continental, separado a tan sólo 34 km del puerto francés de Calais. Este hecho hace que Dover sea uno de los puertos más ocupados para cruzar el Canal de la Mancha, los servicios de ferry operan entre Dover, Calais y Dunkerque.

         




    


Vista de Dover                      St Mary in Castro         Acantilados blancos de Dover             Dover Castle


Naturalmente que luego del día laboral en la embarcación, comentaba, solían ir al bar o taberna para tomar una cerveza. Allí conoció muchas anécdotas de los viajes a ultramar de la marina Británica y lo motivó a pedirle al padre que trabajaba como marinero de la Royal Navy-Armada Naval Británica-incorporarse a la misma. Son los años en que muere la madre y la hermana se hace cargo de la casa. Así es que en 1890 ingresa a la fuerza de mar de Gran Bretaña, en un principio los viajes eran a puertos cercanos y con frecuencia hacían escala en Portugal. En las tabernas de Lisboa y Oporto comenzó a practicar el portugués necesariamente para comunicarse con otros parroquianos. La vida a bordo comenzó a resultarle difícil en los viajes largos, como el que realizara al sur del África. En esa ocasión estuvo preso por dos días en la travesía, al no poder realizar sus tareas debido al mareo y los vómitos que le provoca ban las zonas donde el mar estaba turbulento.

Hacía fines de 1895 sale embarcado de Dover con destino Islas Falkland (Islas Malvinas), haciendo escala en Lisboa, Bahía, Porto Alegre y luego las islas. Desde el momento de la partida comenzó a sentirse mal con nauseas y mareos que lo obligaba a guardar cama, los oficiales no lo admitían y lo mantienen bajo arresto, amenazándole que lo dejarían en el primer puerto que llegaran. De los 20 días de travesía hasta Porto Alegre, 15 de ellos esta enfermo y prisionero, no pudiendo descender en los puertos que arribaban. No tolerando más el castigo resolvió bajar en Porto Alegre de cualquier manera, por ello al llegar, haciéndose la noche desembarca. Fue el verano de 1896 y cumplía sus 22 años.

William descendió por el puentecito que unía el barco con el espigón de tierra, cargaba una pequeña mochila de cuero, roída que alguna vez tuvo color negro, pero el tiempo, el sol y las manchas habían obrado tornándola  color negro- amorronado con zonas grisáceas. La llevaba colgando de su hombro en forma de bandolera, con cada movimiento el abultado contenido le pegaba en la nalga izquierda. Aspiró nerviosamente el humo del cigarrillo que llevaba en la mano derecha y lo exhaló abruptamente queriendo sacarse todo para afuera rápidamente. Un pequeño temblor hizo caer la ceniza sobre la tierra que se hundía bajo sus pies. Las botas brillantes de betún fueron perdiendo el brillo a los pocos pasos, teniendo que evitar charcos y embarrándose, a medida que avanzaba los bajos del pantalón se humedecían  mientras se alejaba del barco. Cada paso que daba se hundía más en la tierra mojada,  iba buscando lo firme para impulsarse más rápidamente hacia delante; la dificultad en mover las piernas de los primeros metros se fue disipando. Notó el dolor en las pantorrillas al llegar a los primeros galpones donde se almacenaban barricas con yerba, dobló por detrás de ellos, echando la última mirada al barco que abandonaba. Tuvo la convicción de que nunca más lo volvería a ver.

Desde los 15 años que entró en el mar, había descendido en múltiples puertos aprendiendo a orientarse en tierra por la dirección del sol en cualquier ciudad desconocida. Sabía también que su indumentaria llamaría la atención, por eso al transponer la primera fila de casas se sacó la gorra que lucía:”Royal Navy” en letras doradas. El chaquetón  azul  llamaba poco la atención, porque no tenía salvo los botones dorados y el escudo en el bolsillo solapero ninguna otra distinción. Es que en sus 7 años de marinero nunca tuvo ninguna distinción.  Acomodó ahora mejor el morral, haciendo que el cuero de la manija le cruzara por delante del bolsillo de manera que fuera dificultosa la lectura de la inscripción en él, la gorra debajo del axila, arrugada, así  pudo caminar un poco más rápido, teniendo la impresión que le dolían menos las pantorrillas. Sacó el yesquero y prendió otro cigarrillo Nabí, de los que les daban abordo, aspirando el olor a bencina al mismo tiempo.

El buque que lo había traído venia de Bahía y antes de Lisboa, allí recalaron durante tres meses lo que le permitió tener contacto con el idioma, balbuceando el portugués compartió vinos en tabernas cercanas al puerto, le mostraron un plano dónde aparecía Brasil y países indeterminados. Los meses que pasó detenido en prisión por su intolerancia a la navegación le hicieron pensar en desembarcarse, pero la determinación la tomó luego de cruzar el Atlántico en medio de una pesadillesca tormenta, vomitando días y noches durante una semana. No quería seguir a bordo lustrando los pisos, limpiando excusados o barriendo la cubierta  bajo el rigor del sol tropical. O aún peor, volver a su ciudad natal, Dover, símbolo de la pobreza, el hambre, el mundo de los astilleros, los muelles con enormes embarcaciones de guerra y transporte de mercancía, en febril movimiento de entrada y salida para distintas regiones del mundo. Los alrededores devastados por la hulla y el acero de los altos  hornos que se tragaban el carbón y los hombres, lacerados por fuera por el fuego, negros sus pulmones por dentro, efecto de la hulla del carbón.

La marcha había comenzado la noche anterior en un boliche con nombre presuntuoso de Cabaret, cuando una locataria le contara que yendo al sur, cerca de Don Pedrito, en un lugar llamado Tranqueras se  encontraban los ingleses cons- truyendo la vía férrea en Uruguay. Hace poquitos días había pasado un barco de carga inglés con vías, durmientes, locomotoras, vagones y zorras. Un marinero le había confiado cual sería el destino de ese material, asegurándole que los ingenieros estaban trabajando desde hace años en el tendido de las vías de ferrocarril.

Se apresuró a dejar Porto Alegre, dirigiéndose al Sud-oeste de la región para andar esos 150 Km. que lo separaban de Don Pedrito. Tomó la primera diligencia que encontró con ese destino, durmiendo en ranchos o postas en que se alojaban los conductores de los coches. Consumió así las pocas libras que había podido ahorrar. Iba terminando el verano de 1896, el clima era benigno y Thomas William se sentía feliz pisando la nueva tierra, no le importaba estar sin dinero dormir al descampado, ni tener dificultades en la comunicación con los habitantes. Sentía que una nueva vida comenzaría en esas tierras.  

Luego de dormir entre unos tamarices, se animó con las primeras luces, a entrar en el caserío de Don Pedrito donde  las casas se desparramaban en una decena de manzanas sin orden ni confín, extendiéndose por casi un quilómetro. Caminó por el borde del pueblo, buscando nada, pero ya habían abierto el almacén de ramos generales para abastecer a los que salían al campo. Pidió su vaso de vino, un poco de queso y fiambre-mortadela-dijo o quiso decir, señalándola con el dedo. En 24 hs eran sus primeros bocados, fue masticando lentamente, observando el ir y venir del almacenero. Preguntó dónde conseguir un trabajo de peón, en tanto el almacenero lo miraba risueño, no hay en estos lugares, dijo, pero pregunte en lo de Sandín, siguiendo la principal es la última casa a la derecha. Tomó otro vaso de vino, acomodó la mugrienta mochila, entresacó de sus bolsillos algunas monedas y pagó la consumición.

Algo había mejorado en su comunicación, parecía que le entendían cuando hablaba con palabras desconocidas y gestos universales. Al acercarse a las últimas casas preguntó por lo de Sandón, lo miraron risueños y le dijeron más adelante. Golpeó y dijo Sandun?, la mujer, de piel arrugada, canosa, delgada, alta, recogiendo maíz en el huerto y fumando un cachimbo le respondió, aquí Sandin. El resto de la conversación duró más de media hora,  concluyendo que él colaboraría en los trabajos de campo a cambio de la comida y poder dormir en el galpón por esos tres últimos días de la semana. Así pasó tres meses, sustituyendo todas las semanas a cada una de las cuatro  hermanas en las tares del campo, y conoció a Luisa la penúltima, pelo negro, gordita, baja como él, que lo miró con ojos de miel
Doña Idalina Aguiar visitaría mas tarde a Luisa en Rivera cuando ya estaban acomodados en una casa alquilada. Siguió cultivando los choclos, las lechugas y zanahorias, el pelo agarrado atrás totalmente blanco, la cara era una arruga y el cachimbo en la boca, así la fotografió Enrique.
(La foto de una anciana en el huerto, es la que sacó Enrique)

Rivera y Livramento formaban una sola ciudad, la calle principal de las dos unía y separaba ambas zonas, en lo que se suponía la frontera entre ambas naciones que comenzaban a serlo y estaba poblada por alrededor de 1500 habitantes.
Hacía 1903,  las huestes blancas y coloradas pasaban por las poblaciones y realizaban las “levas”, como contó Doña Luisa a Pedrito, los “malones”  entraban a caballo en los pueblos y con armas en mano iban casa por casa llevando comestibles, enseres, caballos y sobretodo a los hombres para pelear en su bando, sin preguntarle qué banderías tenían.  Así luego de la leva de 1904 entre ambas ciudades quedaban 1200 personas. El inglés para entonces se hacía llamar Guillermo, se proclamaba súbdito de la Reina de Inglaterra, por lo que fue respetado por los soldados de las levas. Los Ingenieros se habían hecho construir unas casitas de madera a cinco cuadras de lo que sería la estación y a 15 de la frontera donde pasaban las noches. El 4 de Marzo de 1904 esa pareja tuvo su primer y único hijo: Juan Enrique Gillman Sandín.
El inglés cobraba su sueldo de tres libras esterlinas mensuales puntualmente, la moneda fuerte de aquel momento, que apenas  llegaban hasta fin de mes. Con esfuerzo mandaron al Enrique hasta tercer año de la Escuela Primaria, pero luego él también tuvo que salir a trabajar; primero a un almacén- como mandadero-luego en una zapatería – allí aprende a manejarse en el arreglo del calzado, en la fábrica de barriles (se fabricaban los barriles de madera, que envasaban la yerba mate del Brasil  y enviaban para Mdeo.) - eran algo similar a los que se usan actualmente como tambores-. Cuando más grande entró a trabajar en la usina eléctrica y ahí aprendió en la práctica algo de electricidad y mecánica. Enrique contaba que por  ser el más joven hacía el turno nocturno, cosa que nunca pudo soportar y volviendo una noche caminando quedó dormido y se llevó una columna por delante, lo que le ocasionó una herida en el pómulo derecho y una marca para toda la vida. Otra marca que dejó para toda la vida fue “La Negra”, contaba Pedro, una señora muy simpática que conocí de mozo y se presentó:”yo fui novia de Enrique en Rivera”.

El ferrocarril llegó a Rivera; son muchas las situaciones que pueden narrarse del viejo Ingles, borracho y fumador, actuaba servilmente con sus compatriotas Ingenieros que trazaban la línea de ferrocarril de Mdeo a Rivera, oficiando de cocinero. Charlatán en su media lengua, bajo y delgado, caminaba con su braguero desde hacia años porque no quería operarse. Fue él, sin embargo, que ante una huelga del ferrocarril dijo:”puedo ser cualquier cosa pero carnero jamás”.
Conoció a Channa Fleszel en 1934 antes de la guerra, cuando Enrique la llevara para conocerlos a ellos y dejara un registro gráfico. A su vez él varias veces viajó en ferrocarril a Montevideo, al comienzo de la década de 1940 para conocer a sus nietos y aparecen en varias fotos. Su último viaje a Montevideo se registra en 1945, luego de la muerte de Channa.
Ya estando en Montevideo, donde lo llevaron las vueltas de la vida y, porqué no reconocerlo, el amor a su hijo, seguía hablando en su media lengua y llevaba a la cama grande a sus nietos para hablarles en inglés, estaba interesado en  que aprendiera el idioma. En invierno y verano los metía en una tina de agua fría para bañarlos, tonificarlos, darle hábitos saludables y hacerlos fuerte ante la vida y colaboraba en las primaveras para que tomaran el aceite de hígado de Bacalao para la depuración de la sangre. Mimaba a Zapicán  que era su preferido, cruzaba la calle para  hacer los mandados al almacén, donde tenía siempre un vasito de vino servido, llevaba a los nietos a la peluquería de Gallo, esa historia la veremos más adelante. En ocasiones cuando concurría al cementerio Inglés, entablaba largas conversaciones en inglés con el encargado del mismo.

Para los nietos quedan en el recuerdo los gritos de la abuela “Se me muere el viejo” y los ronquidos largos y estrepitosos del abuelo, dejando este mundo, en Junio de 1946.

Pedro había regresado nuevamente a Montevideo para hacer trámites jubilatorios en la mañana. Una parte de la historia la había enviado por mail y completó la misma dedicando toda la tarde para referirme otras historia que él recordaba en parte y lo que había recogido de las versiones de Bernardo Sandin y Dorila Ielicich. Se recostó en la silla, aún le quedaba una hora  para partir el ómnibus, suspiró, y comentó: David aquellos fueron buenos tiempos, pero me gustaría que conocieras el resto de la historia de esas familias.
David hizo un largo silencio, intuía que podría ser doloroso conocer en poco más pero aguardó pacientemente.





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